martes, agosto 02, 2011

Creer y crecer creando


Por Tamara Novelle
De Miradas al Sur


"No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación”, aseveró André Breton en el Primer Manifiesto Surrealista , cuando invitaba al mundo a liberarse de la intervención reguladora de la razón y de las leyes de la estética o la moral, para autoexplorarse y permitirse soñar.

En una institución opresiva como lo es un hospital neuropsiquiátrico, el desarrollo de espacios de expresión se vuelve una bocanada de aire fresco para quienes pasan sus días en las sombras, desdibujadas y silenciadas. Cada sábado, desde hace ya más de cuatro años, mujeres de los distintos pabellones del Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano confluyen en el Club Bonanza (una especie de Salón de Usos Múltiples) para participar del Taller de Alfabetización y Recuperación de la Lectoescritura.

Un relato, una poesía, una carta, una imagen dan el pie para que más de una veintena de mujeres se inspiren y rompan con el universal temor a la hoja en blanco. Las más voraces se dejan fluir en una escritura automática; otras se muestran más indecisas y circunscriptas a la consigna sugerida. En la misma mesa, un grupo reducido aprende sus primeras letras. Minutos después, todas dialogan y se escuchan. Están atentas a descubrir sus diferencias, sus talentos, capacidades. Se interrogan, se aconsejan, se retan, se incentivan.

Escriben sobre historias de amor, relatos de viajes, cartas a su familia, sueños y deseos. Se conmueven ante la lectura de fragmentos de Federico García Lorca, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni y Julio Cortázar. Algunas se confiesan viejas lectoras de los consagrados autores que les disparan recuerdos del “afuera”. Otras acaban de descubrirlos. También está la que se angustia, rompe en llanto y se retira para ya no volver, al menos hasta la próxima semana.

“Hacer talleres te ayuda a matar el tiempo y también a desahogarte”, dice Elsa, que vive en el hospital hace treinta años y es predicadora evangélica. Lo que más escribe son cartas para su hijo, que también se encuentra privado de su libertad. “Te adoro, Martín. No sabés cómo me pone loca pensar que es muy poco tiempo el que disfrutamos (…) No bajo los brazos orando por tu libertad y que puedas criar a tus hijos, que es lo más lindo, disfrutar a nuestros hijos ya que yo no pude”, manifiesta en una de las tantas notas escritas.

A Nora, el taller le permitió recuperar el hábito de la escritura, pero ya no para los ensayos sociológicos que acostumbraba a hacer cuando estaba “afuera”, sino que ahora todos los días escribe un “diario autobiográfico”. “Nunca había escrito ni poesías, ni ficción. Todo lo que escribí estaba relacionado con mi profesión. Es muy terapéutico. También pintar, si bien nunca lo había hecho, es algo que ahora disfruto mucho”, manifiesta.

Marisa, una de las más antiguas del taller, cuenta que “lo interesante es que todas nos expresamos. Hay chicas que todavía no conocen el alfabeto, pero opinan, transmiten sus pensamientos y las coordinadoras van anotando. Va más allá de saber leer y escribir, lo importante es que todas hablemos y digamos lo que queremos decir, además que nos ayuda a pasar el día”.

Derribando muros. El taller surgió en el 2006 por iniciativa de un grupo de estudiantes y graduadas universitarias. El objetivo que se plantearon fue disipar la frontera entre el “adentro” y el “afuera”; entre la vida tras los muros de un neuropsiquiátrico; y la de una sociedad que se estima sensata.

“Buscamos que cada una se manifieste, se sienta escuchada y dialogue. Orientamos el taller a recuperar una verdadera interacción con la sociedad, pensando que algún día será posible un verdadero proyecto de desmanicomialización”, asegura la socióloga y voluntaria Brenda Gutiérrez.

Por su parte, la politóloga y tallerista María Florencia Dotta sostiene que “para lograr el vínculo con el afuera es importante recuperar la individualidad que tenían las chicas antes de ingresar a una institución totalizadora como lo es un hospital neuropsiquiátrico”. En sus comienzos, el taller se propuso organizar un espacio donde las pacientes del hospital pudieran desarrollar y ampliar sus aptitudes en relación a la lectoescritura. Sin embargo, las talleristas no registraron un alto grado de analfabetismo “puro” entre las pacientes, sino que una de las principales problemáticas era la falta de práctica e incentivo en la lectoescritura.

“Frente a esto, reorientamos y redefinimos las actividades y contenidos para potenciar las capacidades latentes en cada una de las chicas, planificando las actividades de acuerdo a las necesidades personales, en donde cada una se involucra a partir de sus habilidades”, comenta la socióloga y voluntaria Bárbara Bufano.

El taller comenzó a incorporar temas de actualidad, la lectura de los diarios, la elaboración de propuestas para una mejor atención en el hospital y abrir debates. Asimismo, se fue desarrollando la posibilidad de intervenir en la sociedad mediante una revista, de edición anual, que recoja algunos de los pensamientos de las integrantes del taller. Fue así que en el 2007 surgió En Polleras , cuyos ejemplares son distribuidos de forma gratuita en distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires.

En su último ejemplar se pueden apreciar reflexiones como las de Paula: “Entre soles y sombras pasan mis inviernos y veranos de la mano de mi amiga la soledad, y de la esperanza de que los soles sean simplemente calor humano, y de que en las sombras vea la luz”. O como la de Claudia: “El pasado nos deja un cuerpo con un destello de heridas, donde el presente es quien nos refleja la realidad de ser quienes somos”. “Hay que ver qué pasa con el resto de las personas, qué opinan ellos de nosotras, la gente ‘de afuera’. Si nos tienen miedo. La otra vez, nos fuimos a atender al Hospital Durand y cuando dijimos que veníamos del Hospital Moyano, hasta los propios médicos nos tenían miedo”, reflexionó una de las asistentes al taller.

Inacción estatal. Durante 2007, la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, a través del Programa de Voluntariado Universitario, le otorgó al taller un subsidio que le permitió incluir materiales audiovisuales y, a partir de 2008, inaugurar una biblioteca destinada a las pacientes. Si bien este subsidio no logró ser obtenido nuevamente en los años siguientes, “En Polleras Biblio”, así como la revista, son iniciativas que actualmente siguen desarrollándose a través del aporte de particulares y del esfuerzo de las voluntarias.

Gran parte de los cursos que se dictan en el Moyano están a cargo de talleristas voluntarios. En el año 2000, la Ley 448 de Salud Mental fue promulgada y reglamentada cuatro años más tarde. La norma establece que la salud mental es un derecho humano y posiciona al Estado como su garante, en sintonía con los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) que trabaja en nuevos paradigmas basados en la desmanicomialización de los enfermos mentales.

La ley promueve la reinserción social de los pacientes y el desarrollo de alternativas a las internaciones en hospitales monovalentes como las casas de medio camino y la extensión de los servicios de salud mental a los hospitales generales. Sin embargo, a casi diez años de promulgada, desde el Colectivo 448 –que nuclea a organizaciones como el Frente de Artistas del Borda, FM Desate, El Estallido, Palabras Necias, entre otras– denunciaron que los principios desmanicomializadores de la norma “no fueron instrumentados por la inacción del Gobierno de la Ciudad, la resistencia corporativa de algunos sectores profesionales, gremiales y empresariales y por la indiferencia y los prejuicios que operan desde la sociedad”.

Más:
El Blog del taller "En polleras".