lunes, diciembre 18, 2023

Muchachos, The Best, Nosotros...








Muchachos

La voz ya está gastada, pero ahí anda, por los aires de los lugares más diversos y dispersos. Desde el Lusail de la gloria, ahí en las puertas de Doha; en las calles en días de reconstrucción de La Banda, en Santiago del Estero; en una Buenos Aires que se olvida de su "ombliguismo" y en la que caben todos, los de acá, los de allá, los de cualquier color, los distintos, los propios, los ajenos.

En Dacca, la capital de los hermanos de Bangladesh, donde las disfonías de aquellas épicas reivindicatorias de Diego se hacen perfecto eco ahora; en sus escenarios similares del sur de la India y de Sri Lanka; en la inmensa China, donde gritan por ese país que ya no es tan remoto, es parte de un ida y vuelta de un conocerse, de un abrazo que nace queriendo nacer.

También en el Africa subsahariana de tantos dolores donde los mismos que evocaban y evocan a Lumumba o a Sankara ahora tienen dibujado a Lionel -un tal Messi- en la piel, en alguna remera de harapos sin disimulo, pero sobre todo en el alma. Quiso el destino y la magia y quién sabe cuántas cosas más que el rosarino que necesitaba vitaminas en su niñez es hoy la vitamina imprescindible para esos chicos de esos países que las agencias de noticias casi nunca mencionan: Mauritania, Sudán, Botswana, Sierra Leona, Etiopía, Eritrea, Somalía...

Los nadies, diría Galeano. Esos nadies que son por el rato que dura la belleza de un gol argentino un grito que se escucha por otros rincones de tantas periferias identificadas con una camiseta de dos colores -celeste y blanco- y varias historias que los tienen a ellos como aliados de una celebración, de una curiosa amalgama: La Mano de Dios es un puñal tardío al Imperio Británico que tanto daño repartió entre sus colonias; la Copa de Messi, despojada de los brazos franceses, es el monumento que Francia no hizo a tantos negros caídos en la Segunda Guerra peleando en nombre de una bandera que no les pertenecía, que no los cobijaba.

Y ahí va el grito, que nace, que crece, que dura, que se repite, que se hace eterno en los cielos de un mundo que sabe, que comprueba, que allí todo es celeste y blanco.

En Argentina nací
Tierra del Diego y Lionel
De los pibes de Malvinas
Que jamás olvidaré

No te lo puedo explicar
Porque no vas a entender
Las finales que perdimos
Cuántos años las lloré

Pero eso se terminó
Porque en el Maracaná
La final con los brazucas
La volvió a ganar papá

Muchachos, 
Ahora nos volvimos a ilusionar
Quiero ganar La Tercera
Quiero ser campeón mundial

Y al Diego
Desde el cielo lo podemos ver
Con Don Diego y La Tota
Alentándolo a Lionel

Muchachos
Ahora nos volvimos a ilusionar
Quiero ganar la tercera
Quiero ser campeón mundial

Y al Diego
Desde el cielo lo podemos ver
Con Don Diego y La Tota
Alentándolo a Lionel, 

Y ser campeones otra vez, 
y ser campeones otra vez.

///

"Es por los pibes", grita Diego Maradona a la salida del vestuario en el estadio Azteca. Tiene 25 años y es el líder de un equipo que va a enfrentar a Inglaterra cuatro años después de la Guerra de Malvinas​. El pibe de Fiorito tiene memoria. Los mira a sus rivales con cara de guerrero. Luce enojado, pero sobre todo convencido. Insiste en su grito. Arenga. El convencido convence a los suyos y desanima a los rivales a los que luego les va a hacer el Gol de la Mano de Dios y el Gol de Todos los Tiempos. Mago de la historia.


El Mago de la historia, sin embargo, no tenía idea de los lejanos alcances de su hechizo de fútbol. En Bangladesh, que por estos días fue foco de las noticias por un salvaje superciclón que causó daños enormes, esos dos goles mágicos se gritaron más que en la Argentina. Coparon las calles. No vinieron al Obelisco. Pero llenaron todos sus rincones. Vestidos de Diego, de Argentina. Era por entonces el país más densamente poblado del mundo -hoy, según el censo de 2010, cuenta con unos 170 millones de habitantes-.

Lo cuenta el periodista y escritor Andrés Burgo, autor del estupendo libro El Partido: "Fue una revancha en pantalones cortos". Sí, para la Argentina, pero también para esos hombres y mujeres que hablan bengalí. La victoria de Diego y su manada posibilitó ver al León arrodillado para un país que mucho sabe y conoce de castigos imperiales.

La sangrienta rebelión de 1857, conocida como La Rebelión de los Cipayos, dio lugar a la transferencia de la autoridad local a la Corona. Un virrey del Reino Unido se encargó de la administración del territorio.​ Durante el dominio colonial, la Gran Hambruna de Bengala de 1943 se cobró más de 3 millones de personas.

Mariano Rodríguez Ocón es argentino y trabajó para la British American Tobacco en Daca, la capital de este país del sudeste de Asia. Lo cuenta ahora, ya en Buenos Aires: "Es un país increíble respecto del vínculo con la Argentina y nuestra Selección. Me sentía Susana Giménez cada vez que me reportaba como argentino. Nos adoran. Me preguntaban por el 86, por Maradona, me mostraban camisetas de Batistuta. Y cada vez que juega la Selección algún evento importante, ellos se juntan ahí. Según pude saber todo esto empezó a partir de la Guerra de Malvinas. El pueblo local tomó parte en contra del Reino Unido"

Lo que pasó aquella ocasión en el Azteca, en cualquier caso, marcó el vínculo para siempre. Si para la Argentina y para Nápoles Diego es Dios, en Bangladesh -país de mayoría musulmana- es Alá.
Se viralizaron durante el último Mundial videos que parecían salidos de González Catán o de San Miguel o de cualquier lugar del Interior de cualquier provincia. Camiones llenos de hinchas con camisetas y banderas de la Argentina. La Diez en la espalda, un clásico. Por Maradona, claro; pero también por Messi.

Ese territorio de Asia resulta un asombro de fútbol. Más allá de que su historia competitiva es, como dicen los que pusieron sus pies colonialistas en esa geografía: "below standard". Por debajo de la media: se trata de un seleccionado acostumbrado a las derrotas. Jamás disputó un Mundial. Jamás consiguió una victoria que le permitiera mostrarse al mundo.

En setiembre de 2011, la Selección argentina -con Messi como emblema- fue a jugar a Bangladesh. Lo retrató el periodista Daniel Avellaneda aquella vez, enviado de Clarín: "Argentina llegó y revolucionó a un país que respira fútbol. La recepción en el hotel estuvo a cargo del equipo femenino local y de un grupo de niñas que regaron con pétalos de rosas el camino de los futbolistas al ingresar. Por supuesto, Messi se llevó la mayoría de las miradas y las fotos".

También se enteró de una historia que parece mito: el año anterior a esa gira, tras la eliminación del seleccionado argentino, en Ciudad del Cabo, frente a Alemania, se multiplicaron los suicidios. Realismo mágico y trágico en versión asiática.

En las prácticas de la Selección de Alejandro Sabella, durante aquella gira, un estadio casi repleto rendía pleitesía a los cracks que a ese país sólo llegaban por televisión. Con sólo mirar estaban agradecidos.

El sentimiento permanece. En Bangladesh los que laten de fútbol laten por Argentina. Por Diego. Por Messi. Por esa zurda que los convocó a gritar por ellos, por nosotros. Que, al cabo, somos los mismos.

*Para el libro "Argentina, el país del fútbol".

lunes, noviembre 20, 2023

Sus voces

 

El periodista Jan van der Putten y la Madre de Plaza de Mayo Marta Moreira de Alconada, en la Plaza de Mayo, en junio de 1978.

Por Ariel Scher*

Jan van der Putten está en el corazón de la historia argentina. Ni más arriba ni más abajo ni, mucho menos, en un rincón cualquiera. Eso: en el corazón.

Van der Putten, neerlandés, periodista, una de las personas a las que las Abuelas de Plaza de Mayo, acaban de distinguir en La Haya, en la sede de la Corte Penal Internacional, por su papel extraordinario para contarle al mundo lo que era la última dictadura justo en el tiempo cumbre de esa dictadura, justo en la era en la que esa dictadura mataba, mentía, arrasaba conciencias y desaparecía a 30.000.

Van der Putten es un señor que, en pleno junio de 1978, desafiando las euforias acríticas que provocaba el Mundial de fútbol de 1978, en medio del frío del invierno y, sobre todo, en medio del frío de la vida, se instaló con su micrófono en la Plaza de Mayo, se acercó a las madres que ya se habían tornado en Madres y les preguntó por qué marchaban. Les preguntó y las escuchó. Las escuchó y las divulgó.

Motor del tributo a Van der Putten, a sus colegas y a otras gentes encantadoras fue el Centro Ana Frank Argentina para América Latina, que homenajeó a las Abuelas de Plaza de Mayo en la figura de su presidenta, Estela Barnes de Carlotto, alguien a quien la existencia cruzó con tantísimas cuestiones, incluidas muchas estrellas del deporte que se sumaron a lucha de las Abuelas para encontrar a sus nietas y a sus nietos. Y, precisamente, las Abuelas reconocieron a esos cronistas que se le atrevieron al espanto y al silencio para que sonaran voces imprescindibles.

Hace dos meses, Van der Putten expuso así, ante una consulta de María Eugenia Olivia y Luciano Salgueiro, del Newsletter de Deportea, ese tramo de su trayectoria: «Fui corresponsal en Latinoamérica durante 16 años. Comencé en Chile de Salvador Allende y, cuando asumió Pinochet, huí para la Argentina donde Perón había ganado las elecciones del 73. Allí estuve desde ese año hasta unos meses después del golpe de Videla y compañía en 1976. Tuve que irme porque la situación era realmente insostenible. Mis mejores amigos fueron asesinados dos días después de que yo había salido. Nunca he sido periodista deportivo, pero en 1978 me disfracé de uno para poder regresar a la Argentina por primera vez después del Golpe del 24 de marzo de 1976. Es que estaba en listas negras y el Mundial era la ocasión para poder entrar nuevamente al país. Junto con dos amigos comenzamos a trabajar en los ‘acontecimientos marginales’, como le llamaban en Holanda. Le hice la nota a las Madres que estaban en la Plaza de Mayo, que al ver que estaba indagando se abalanzaron sobre mí y les brindé el apoyo para hablar: ‘Usted es nuestra última esperanza’, me dijeron. Fue la primera vez que escuché esto en América Latina. El Mundial era mi cobertura. Yo sabía que el régimen no podía permitirse el lujo de un escándalo. Lo que no impidió que nos amenazaran de muerte al final del torneo. Entonces avisamos al Ministerio de Relaciones Exteriores de Holanda. Desde allí se amenazó a la Argentina de retirar el equipo holandés de la final si a nosotros nos ocurría algo. Puedo imaginar que cuando Videla lo supo, dio la orden de dejar a esos locos en paz para evitar un escándalo mayor».

Disfrazarse para escapar de los crímenes de una dictadura. Narrar lo central bajo el pretexto de que es marginal para testimoniar los espantos de otra dictadura. En esa dimensión, como en tantas otras, la experiencia de Van der Putten conecta con la de otro de sus compañeros galardonados en La Haya. Se trata de Fritz Barend, quien se hizo pasar por futbolista holandés para formularle preguntas sobre los desaparecidos al genocida Jorge Videla. «Soy periodista -reproduce sus dichos la página de las Abuelas de Plaza de Mayo- y sentí la obligación de escribir qué ha pasado en Argentina. El Mundial empezaba un jueves a las cuatro y fui a la Plaza de Mayo para buscar y para hablar con las madres. Hablé con unas diez Madres que me decían ´muchas gracias por venir a hablar con nosotras´ y me pedían que escriba. En eso viene la Policía y me dicen: ´Son putas, son putas´. Con todo lo que me contaron estas señoras después hemos escrito más historias que pasaron en Argentina». Esa labor de estremecimiento que signó el paso de Barend por la Argentina se respaldó en las fotos que tomó Bert Nienhuis, célebre reportero gráfico, atento invariablemente a los reclamos sociales, quien trabajaba para la revista Vrij Nederland, y retrató las manifestaciones de las Madres de Plaza de Mayo.

Van der Putten y Barend ofrendaron un lazo que ata a aquellas denuncias con la eternidad, un lazo que supo atrapar Marta Moreira de Alconada Aramburú y le permitió a esa dama de todas las peleas, la mamá del desaparecido Domingo Alconado Moreira, lanzarle a la humanidad algo que la humanidad aún escucha y no parará de escuchar: «Nosotros sólo queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos. Pero queremos saber dónde están. Dicen que los argentinos que están en el extranjero están dando una falsa imagen de la Argentina. Nosotros, que somos argentinas, que vivimos en la Argentina, les podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación dolor y tristeza porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado que puede tener una madre: su hijo».

El Mundial más estridente y más doloroso de la vida argentina acabó el 25 de junio de 1978 con una victoria de la selección argentina sobre Holanda por 3 a 1. Y empezó el 1 de junio de 1978 con Videla sellando la inauguración «bajo el nombre de la paz» en el estadio de River. En esas horas, se cumplía un año exacto de la captura de Roberto Jorge Santoro, poeta, periodista, militante, hincha de Racing, hacedor de figuritas futboleras, subjefe de preceptores en la escuela de donde se lo llevaron, el autor de «Literatura de la pelota», que se convirtió en 1971 en la primera gran antología de textos sobre fútbol aparecida en el país. Julián Delgado, director del diario El Cronista Comercial, fue atrapado el 4 de junio de 1978 y la noticia sólo apareció en el diario Buenos Aires Herald. Ambos permanecen desaparecidos y sus nombres expresan una muestra lacerante sobre lo que implicaba la práctica del periodismo en la Argentina en esa época. Una investigación efectuada para Papelitos, notable muestra sobre el Mundial, evidencia que más de medio centenar de personas resultaron secuestradas en ese mes que no merece un solo olvido por muchas razones.

A Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank, la piel le perdura erizada: «Para Estela de Carlotto fue una excelente experiencia haber sentido todo el amor y toda la valoración de la Red Iberoamericana de Jóvenes. El acto fue de una enorme emoción con la historia de Ana Frank como puente entre Argentina y Holanda, entre la historia del Holocausto y la historia del Terrotismo de Estado. El titular de la Corte Penal Internacional definió a Estela como «figura inspiradora para el desarrollo de la justicia penal internacional». Y eL reconocimiento a los seis ciudadanos holandeses fue muy valioso y la emoción de ellos fue notable».

Son seis porque las Abuelas de Plaza Mayo, además, distribuyeron gratitudes para el humorista y escritor Freek de Jonge, la parlamentaria Saskia Noorman Den-Uyl y el diplomático Theo van Boven (entonces director de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas. También honraron al ex futbolista Oeki Hoekema, que incluyó en su contrato una cláusula que establecía que no jugaría frente a equipos de países que sufrieran dictaduras y hasta promovió una campaña para que la selección holandesa no interviniera en el Mundial.

Aquella propuesta captó pocas adhesiones entre los jugadores contemporáneos de Hoekema. El defensor Wim Rijsbergen, que ya se había destacado en el Mundial de 1974, abrió un vínculo con las Madres en el transcurso de su estadía argentina. Estaba lesionado, pedaleó hasta la Plaza de Mayo, se impresionó con quienes allí estaban, se los narró a sus compañeros y hasta se volvió a encontrar con Norita Cortiñas, madre de Madres, treinta años más adelante. Dos de esos compañeros, Arie Haan y Ernie Brandts, retornaron a la tierra en la que fueron subcampeones del mundo cuatro decenios después y, conmoción tras conmoción, visitaron la Escuela Superior de Mecánica de la Armada.

Esos gestos políticos de los futbolistas portaron muchas significaciones y, sobre todo, permitieron reivindicar desde los ecos de las canchas a la Memoria, a la Verdad y a la Justicia. A 45 años del Mundial de 1978, en un escenario político diferente, rendirle honores a las Abuelas de Plaza de Mayo y a quienes pusieron el alma y más que eso para visibilizar la barbarie que circundaba y atravesaba al fútbol cumple un papel semejante. Pregunta que ata los tiempos horribles con estos tiempos: si en el contexto de la dictadura abundaron las bocas amordazas, cerradas y -para qué negarlo- cómplices, ¿por qué en estas horas la agenda del periodismo en general y la del periodismo deportivo en particular no difunde tamaño acontecimiento? O de otro modo: ¿la actitud de quienes rompieron la censuras del pasado puede ser abordada por aquellos que prefieren silenciar ciertos temas en el presente?

Para lo que retumba y para lo que enmudece, unas cuerdas vocales persisten en ser indetenibles: – Ustedes son nuestra última esperanza-, le dijo Marta Moreira a ese periodista llegado desde Holanda que fue valiente y generoso al entrevistarla.

El corazón de la historia argentina sabe que el legado de Jan van der Putten y de sus compañeros representa para siempre esa invencible esperanza.

*Periodista, narrador y docente. Texto publicado en agosto de 2023 en Al Toque Deportes.

Para ver:

Sobre las Abuelas y sus nietos: 



Sobre las Madres de Plaza de Mayo: 



viernes, septiembre 22, 2023

Sobre Macedonia do Mangao




Oscar Niemeyer, brasileño, poeta de la arquitectura. 


La otra obra de Niemeyer
(dedicada a Macedonia do Mangao)



A ella la habitan mundos
diversos, dispersos, bellezas

Pertinaz, buscó amores
y encontró dolores

Pero siempre está de pie,
ahí, entera, maga de sí misma

Jugó en cornisas lejanas
Invariablemente salió ilesa

Es quejosa, brava, intensa
Es frágil, inabarcable, absurda

Cuando duerme ofrece homenaje
Niemeyer aprende que la creó


///



Los nacimientos de Macedonia do Mangao



Ella fue la hija de un sueño a los tropiezos.
Pero no de un sueño onírico que se esfuma.

Era un sueño de cansancio y de reconstrucción
tras otro día del hastío de obedecer y de callar.

Noche previsible de los que nada tienen.
Oscuridades de la oscura esclavitud.

Macedonia resultó una recién llegada
que tenía varios siglos vividos y dolidos.

Había sido poeta a escondidas, a solas,
antes de nacer en un rincón del Nordeste de Brasil.

Esas palabras le permitían escapar de su condena,
del destino obligado para los hijos de Cabo Verde.

Su mamá, hechicera y viajada por orden ajena,
le habilitó el pasaporte de Yemanyá; nada menos.

Ella lo guardó para siempre entre los ecos
de su tierra y de su mar y de su cielo y de su gente.

Su papá, amigo de los misterios que esconden esos mitos,
hizo lo prohibido: gritó un desahogo de esperanza al verla.

En el primer amanecer de Macedonia la magia sucedió.
Sus padres se abrazaron. El tiempo no fue urgencia esta vez.

Y ese abrazo sigue latiendo en el cuerpo, en el alma
y en las musicales voces de los tres. Aunque ya no estén.

En Sergipe, en Piauí y en Ceará los escuchan.
Y bailan esos ritmos mansos. Desde hace siglos.

Allí, todos cuentan y todos saben lo más relevante:
algún día Macedonia volverá a nacer. Y a ser.


By W.

martes, agosto 22, 2023

Maravillas argentinas


Maravillas argentinas, tan nuestras. Tan necesario resulta, en estos tiempos de complejidades, cuidarlas, quererlas, respetarlas, disfrutarlas. Abrazarlas, siempre...

domingo, julio 09, 2023

Para pensar, para pensarnos


Un video de "Historias innecesarias", el estupendo canal de Damián Kuc en YouTube. Un espacio para la reflexión sobre al alimentación, sobre nosotros, sobre el mundo en que vivimos, sobre la matriz del hambre, sobre el futuro...

lunes, junio 05, 2023

Hoy, y cada día...


Se celebra hoy, pero debe suceder cada día, en cada lugar, en todos los rincones. El medioambiente (junto o separado, como se prefiera escribir) es una cuestión cotidiana... Y es de todos.

viernes, mayo 19, 2023

El contagio de la creatividad


El contagio de la creatividad, una perfecta herramienta para la educación. Por José Gordon, de Imaginantes.

domingo, marzo 12, 2023

Un triunfo para todos

Una buena noticia para todos: el Tratado Global de Océanos, un acuerdo histórico en la ONU para la protección de los Océanos -sí, repetido y con mayúscula. Lo que sigue es una suerte de celebración a través de una carta y un video ofrecido por Greenpeace Argentina:

Hola Waldemar,

Sí, lo hicimos una vez más.

Gracias a tu apoyo, tu aporte mes a mes, y tu
participación logramos el triunfo.

Hoy celebramos el resultado que tanto esperamos:
un acuerdo histórico en la ONU por la protección
de los océanos.

El cambio climático, la pesca industrial, la contaminación
por plásticos, la extracción de petróleo (se agrega:
sin control) y la minería (se agrega: sin control) ponen
en peligro los océanos.

Y este es el primer paso para que por fin nuestro planeta
pueda contar con santuarios marinos  estén a salvo
de forma total.


En Greenpeace trabajamos desde hace años para que
los gobiernos  de cada país impulsen un 
Tratado Global de los Océanos.


Este acuerdo permitirá, por ejemplo, defender el área
del Agujero Azul a través de la creación de santuarios
marinos que puedan resguardar la biodiversidad.

Allí cientos de flotas pesqueras arrasan con todo
a su paso, justo en el límite de la zona económica
exclusiva de nuestro país.





Mirá el video y celebrá este triunfo histórico


Lo hicimos posible cada acción que realizamos:


• Navegamos casi un año desde el Polo Norte al
Polo Sur a bordo de nuestros barcos Esperanza
y Arctic Sunrise y expusimos la frágil situación
de las aguas internacionales y los riesgos
que enfrentan.


• Durante este viaje llegamos al océano Atlántico Sur
para denunciar la pesca sin control que se desarrolla
en la zona y pone en peligro a la ballena franca austral.


•Trabajamos para que los distintos gobiernos se
comprometieran a apoyar el establecimiento
de este acuerdo.


• Estuvimos presentes, año tras año, en las discusiones
por  el Tratado Global de los Océanos en la ONU.



Esta victoria nos recuerda que el poder de la gente
funciona. Ahora, nuestra misión continúa.

Queremos que la protección  de los océanos sea
una realidad.


Gracias por acompañarnos y ser socio activista
de Greenpeace.

Involucrarse vale la pena.


Un abrazo.


Estefanía González
Campaña de Océanos

 

Más:

Todos los detalles, en la web de Greenpeace Argentina

martes, febrero 07, 2023

El equipo de los fusilados


Esos disparos fueron los últimos sonidos que escucharon. No hacía falta que nadie les explicara nada. Ellos -futbolistas, hombres sufridos en días de guerra- sabían por qué los mataban. Habían tenido una osadía grande: ganarle al equipo que no debía perder. En la Ucrania invadida por la Wehrmacht -las fuerzas armadas de la Alemania nazi-, los jugadores del FC Start (conformado por mayoría de futbolistas del Dinamo de Kiev) habían vencido a esos rivales que -bajo el ala protectora de Hitler- sólo conocían los encantos de las victorias fáciles.

Eduardo Galeano, desde la Vecina Orilla, los evocó: "También para los nazis, el fútbol era una cuestión de Estado. Un monumento recuerda, en Ucrania, a los jugadores del Dínamo de Kiev de 1942. En plena ocupación alemana, ellos cometieron la locura de derrotar a una selección de Hitler en el estadio local. Les habían advertido:

-Si ganan, mueren.

Entraron resignados a perder, temblando de miedo y de hambre, pero no pudieron aguantarse las ganas de ser dignos".

El lugar de nacimiento de este equipo sin olvido, orgullo de su tierra y del deporte, fue una panadería. Allí se juntaban muchas personas para conseguir un trabajo que no había. Josef (o Iosif, según el idioma) Kordik, el dueño del local, era fanático del Dínamo y del fútbol. El origen alemán le había salvado la vida y el trabajo. Allí, en ese espacio que era un refugio entre bombas y hostilidades, Nikolai Trusevich -ex arquero del Dinamo- trabajaba a escondidas a cambio de cama y de comida. Josef fue el primer audaz: le propuso armar un equipo de fútbol. Nikolai le sumó su cuerpo enorme y su entusiasmo gigante: se puso a reclutar antiguos compañeros. Era el principio del Football Club Start.

El hambre no los hizo débiles. Allí estaban ellos para demostrarse y demostrar que juntos podían afrontar las adversidades más crueles. Además del arquero, había otros siete jugadores del Dínamo en el grupo: Mikhail Putistin, Ivan Kuzmenko, Makar Goncharenko, Mikhail Svyridovskiy, Fedir Tyutchev, Mykola Korotkykh y Oleksiy Klimenko. A ellos se sumaron tres integrantes del Lokomotiv Kiev: Vladimir Balakin, Mikhail Melnyk y Vasil Sukharev. Entre junio y julio de 1942 se mostraron como un equipo imbatible: vencieron a equipos de distintas reparticiones militares; los golearon y se lucieron. Fueron seis triunfos, con cuarenta goles a favor.

Ya en agosto, el día 6, derrotaron por 5-3 al Flakelf, el equipo de la Fuerza Aérea de Alemania. Era una afrenta para los representantes del Tercer Reich. Enseguida los vencidos pidieron revancha y determinaron quién iba a ser el árbitro. No podía ser de otro modo: el elegido era un integrante de las SS. El desarrollo del partido, disputado en el estadio Zenit, fue similar a como lo mostró la película "Evasión o victoria" (en la Argentina, "Escape a la victoria"), inspirada en este partido. Patadas permitidas para el equipo alemán, un gol con el arquero lesionado, infracciones de todo tipo, empujones, amenazas. A pesar de todo eso, el primer tiempo finalizó 2-1 para el equipo de la panadería de Kiev.

Lo que pasó en el entretiempo, considerando el desenlace, resulta previsible de imaginar: a los jugadores del equipo del barrendero Trusevich les explicaron que no debían ganar. El precio de la victoria era el más caro: la vida. Pero ellos -deportistas desde el alma- aceptaron pagarlo. Fueron mejores durante todo el segundo tiempo. Ya con el resultado 5-3, los ucranianos seguían brillando. Demostraban toda su superioridad en el campo de juego. Lastimaban el orgullo nazi, como aquellos peruanos de los Juegos Olímpicos de 1936, en la victoria ante Austria. Ellos -los refugiados del panadero Josef- ya sabían que ese atrevimiento traería consecuencias.

Lo que pasó después fue una tragedia en medio de la tragedia. Tras el partido, los dejaron festejar a los ucranianos. Pero averiguaron dónde se refugiaban. Y los obligaron a volver a jugar. Lo que pasó lo recordó el periodista Santiago Siguero, en el diario Marca, al cumplirse esta semana 69 años de aquel encuentro: "Esa segunda derrota fue demasiado para los alemanes, que prepararon la venganza en frío. Una semana después, el 16 de agosto, el Start volvió a ser obligado a jugar ante el Rukh (8-0). Tras el partido, la Gestapo arrestó a varios jugadores, oficialmente por pertenecer a la NKVD, el órgano represor de Joseph Stalin. En realidad, uno de ellos, Korotkykh, ya había sido detenido antes del partido del 6 de agosto y murió unas semanas después, tras ser torturado. El resto fueron enviados al campo de trabajo de Sirets, donde Klymenko, el portero Trusevich e Ivan Kuzmenko fueron ejecutados en febrero de 1943". La leyenda cuenta que Trusevich murió con el buzo de arquero puesto...

El escritor mexicano Juan Villoro, impecable hombre de las palabras y un preciso observador del fenómeno del fútbol, puso aquel hecho en su lugar. Lo describió así: "La historia del fútbol mundial incluye miles de episodios emotivos y conmovedores, pero seguramente ninguno sea tan terrible como el que protagonizaron los jugadores del Dinamo de Kiev en los años cuarenta. (...) En la muerte dieron una lección de coraje, de vida y honor, que no encuentra, por su dramatismo, otro caso similar en el mundo".

Los homenajes brotaron con el tiempo: se filmaron películas y documentales, se escribieron libros y cuentos, se erigieron monumentos, se alimentó con adjetivos la épica de aquel grupo de futbolistas. Pero hubo y hay un modo de evocarlos que es pasado, presente y futuro: los poseedores de una entrada de aquel partido de la muerte tienen derecho perpetuo a un asiento gratis cuando juegue el Dinamo. Esos ojos que todavía miran son, tal vez, el mejor tributo a ese equipo víctima del horror.

Texto publicado por el autor del Blog, en Planeta Redondo.

Cine sugerido:
Imágenes de Escape a la victoria, película inspirada en aquella historia sucedida durante la Segunda Guerra Mundial.

Más:
Los detalles de la película, en IMDB.

martes, enero 03, 2023

El arquero que murió dos veces


Fue un segundo que le partió la vida en dos. Voló, como en tantas otras ocasiones similares: elástico, seguro, convencido. El remate de Alcides Ghiggia traía la pelota que lo debía consagrar para siempre como lo que era: un arquerazo. Pero esta vez, la decisiva, la más importante, la del destino, Moacir Barbosa Nascimento no llegó. En ese instante que todavía parece durar, aquel 16 de julio de 1950, el Maracaná era un monstruo de más de 200.000 cabezas, un hervidero de gente sólo preparada para la felicidad. Pero Uruguay, el ocasional invitado al festejo de Brasil, terminó siendo el dueño de la alegría propia y del silencio ajeno.

Se vivió como una tragedia deportiva en Brasil y luego se le puso nombre en el mundo: Maracanazo. También se eligió un responsable desde entonces y para siempre: Barbosa. "Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero escuché el silencio del estadio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro del arco, un frío paralizante recorrió todo mi cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí", contó entre sollozos el arquero, ya con la certeza de que Brasil se había quedado a la sombra del capítulo más épico del fútbol mundial. Las consecuencias las retrató también el escritor uruguayo Eduardo Galeano: "Los moribundos demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. Río de Janeiro, 16 de julio de 1950, estadio de Maracaná: la noche anterior, nadie podía dormir; y la mañana siguiente, nadie quería despertar".

Obdulio Varela, partícipe imprescindible y símbolo de la hazaña de La Celeste, peón de albañil, laburante del fútbol y militante de los rezagados, abrazó a los vencidos y bebió la derrota junto a ellos por los mostradores de Río de Janeiro. Palabras más, palabras menos, contó más tarde sobre el gol de Ghiggia: "La culpa no fue de Barbosa. A esa pelota la hizo entrar el destino". Que el Negro Jefe lo eximiera no le alcanzó tampoco a Barbosa.

Hasta ese momento, Barbosa se había ganado un pedazo de la historia. Nacido en Campinas, San Pablo, en marzo de 1921, empezó a jugar al fútbol en Almirante Tamandaré, un modesto club de su ciudad. Lo ponían de wing para aprovechar su velocidad. Al arco llegó mucho por casualidad y un poco por pereza: no le gustaba correr demasiado durante los partidos. Para comer, lavaba vidrios; también atajaba para sus empleadores en el Laboratorio Paulista de Biología, a modo de changa. El siguiente paso fue decisivo: le ofrecieron jugar para Ypiranga, un equipo pequeño de la Liga de San Pablo de entonces.


Sorprendía por su destreza. Y por eso lo contrató Vasco da Gama: se mudó a Río de Janeiro y pronto se hizo crack. Fueron los mejores años del club carioca: con su emblemático equipo conocido como El Expreso de la Victoria (Expresso da Vitória, en portugués) ganó cinco Estaduales en ocho años (entre 1945 y 1952) y el Campeonato Sudamericano de Campeones de 1948 (una suerte de antecedente de la Copa Libertadores). Luego Barbosa jugó también en Bonsucceso, Santa Cruz y Campo Grande.

Su llegada al seleccionado verdeamarelo fue un paso natural e inevitable. Un año antes del Maracanazo, había ganado la Copa América. Pero el día de la maldición llegó y transformó un paraíso en infierno. Lo contó el periodista Ariel Scher, en su espacio De Rastrón: "Barbosa, que merecía los derechos de un individuo corriente, se volvió esclavo de esa circunstancia durante el medio siglo completo que transcurrió desde el instante en el que aquella pelota tocó la red hasta la hora en la que él respiró el último de sus aires. Se lo señalaron en las veredas modestas de Río de Janeiro en las que parecía haberse quedado sin sitio, en los ómnibus en los que viajaba con las miradas de los otros astillándole la piel y en las tribunas desagradecidas que antes le habían aplaudido hasta los tiros que tapaba con las uñas".

Fue declarado culpable sin razón y sin juicio. Y condenado a cadena perpetua por todas las tristezas que el gol de Ghiggia había generado. Con él fueron injustos y hasta miserables. En 1993, en plena disputa de las Eliminatorias para el Mundial de los Estados Unidos, Barbosa quiso pasar por la concentración brasileña a saludar a los futbolistas. Fue hasta la puerta. No lo dejaron entrar. "Que no pase y que no vuelva", fue la orden de las autoridades. Ya entonces, Barbosa vivía de prestado en la casa de una cuñada y se alimentaba gracias a una jubilación de hambre. Lo dijo y lo escribió el periodista Armando Nogueira: "Fue la persona más maltratada de la historia del fútbol brasileño. Era un arquero magistral. Hacía milagros, desviando con mano cambiada pelotas envenenadas. El gol de Ghiggia, en la final de la Copa de 1950, le cayó como una maldición. Cuanto más pasa el tiempo, más lo absuelvo. Aquel partido Brasil lo perdió en la víspera".

En una noche de viernes de abril de hace 10 años, murió Barbosa. Solo, olvidado, despreciado. En Praia Grande, donde entonces vivía y donde lo enterraron luego, no había más de cincuenta personas para despedirlo. Lo evocó un viejo rival, Idario Peinado, estrella del Corinthians en los años 50. Y sobre su ataúd habitaba una bandera del Club Atlético Ypiranga, que entonces ya no jugaba más al fútbol profesional. No había dirigentes, ni famosos, ni autoridades nacionales. Barbosa era un olvido. Lo retrató el escritor mexicano Juan Villoro, autor de Dios es Redondo: "El primer arquero negro de la historia de la selección brasileña murió pobre, humillado y condenado. La prensa casi no registró su muerte. Barbosa no se habría sorprendido. La segunda muerte de Barbosa será la definitiva".

Texto publicado por el fundador del blog en Planeta Redondo y Misión Mundial.