Imagen de la Escuela Número 1048 de Garabato, Santa Fe.
La siguiente poesía la escribió Miguel Sánchez Robles. Se trata de una búsqueda, de un retrato de un principio imprescindible: la educación, el aula.
Formados los deseos a menudo en el vicio
miraba sin bondad por la ventana
la extensa confusión de tierra roja.
oscilando profunda su lisura
y todo era un elogio silencioso,
un socavón de miel inexpresivo.
Tardes exactas de sabor a metal.
Un puntapié verbal rompía el silencio.
El lápiz circulaba libremente en los ángulos
y acechaban dibujos en los cronos.
Allí estaban los niños de sonrisa impecable
y gestos imprecisos por las bancas más últimas.
Voces aglomeradas hilvanando la tarde.
Moría el otoño a ráfagas
con aves elegantes ovillando bravura
entre los aires dulces del cerezo.
Tardes de olor a tiza,
trajines vanidosos de gramática,
la pizarra encendida con los números,
la h intercalada,
el adverbio de tiempo
y un balbuceo de ojos sin destinos concretos.
Tardes gemelas en mínimos sucesos
tentando la discordia de ingenuo corazón embelesado
para intuir historias de preámbulos lentos
o incómodos latidos de desidia pequeña.
Libros abiertos y alfileres de tinta,
novenos menesteres de academia,
el álbum salpicado de flores arrugadas,
modesto caos de manos,
soñar sobre soñado
y una traviesa inclinación al devaneo.