jueves, agosto 17, 2006
Arnoud Raskin, el joven inspirador
Lo que sigue es una interesante nota publicada en Clarín.com el miércoles 16 de agosto. Una historia que merece ser tomada como inspiración.
Enseñar de otro modo
(Por Natalia Laube/Especial para Clarín.com) Hay decisiones que pueden cambiar vidas: cuando Arnoud Raskin, un joven belga de 23 años, estaba a punto de recibirse de diseñador industrial, alguien le ofreció diseñar, a modo de tesis, un microondas para la multinacional Phillips. Raskin rechazó la propuesta y comenzó a delinear un proyecto bastante más ambicioso y altruista, que derivó en lo que hoy es Mobile School. ¿De qué se trata? La suya es una organización de "escuelas móviles" que trabaja en más de 10 países con el objetivo de aumentar la autoestima de los chicos de la calle. "Nuestra decisión es cambiarles la vida. Ellos tienen su estima muy dañada, porque están expuestos a la violencia familiar, abusos sexuales, prostitución y drogas. Nosotros vamos hacia ellos para mostrarles que hay otras cosas, para explorar su mundo y trabajar su ser. Porque si ellos comienzan a valorarse, querrán alejarse de lo que les hace mal", explica el muchacho que hoy tiene 33 y lleva diez años invirtiendo tiempo y energía en este programa de educación alternativa. Raskin se expresa en un castellano impregnado por modismos latinos y, entre risas, se disculpa: "perdón si uso algún término grosero ¡pero es que aprendí el español en la calle! A veces me salen cosas medio vulgares". Cuenta que después de terminar su carrera de diseñador comenzó a estudiar Antropología y se interesó por la "cultura y la lingüística de la calle". Sus conocimientos sobre ese universo -antes desconocido para él- terminaron de sentar las bases de su proyecto. El sistema de organización de Mobile School es sencillo y por ahora, asegura Raskin, viene funcionando "de la mejor manera". El plan consiste en trabajar a través de pequeñas agrupaciones locales, difundiendo un método de enseñanza poco convencional. Mobile School capacita a los educadores regionales y les acerca los materiales que deberán utilizar. El kit está compuesto por juegos, disfraces y láminas de cartulina. Todo debe ser fácilmente transportable, porque el trabajo que realizan los instructores se rige bajo una premisa fundamental: "si los chicos no vienen hacia nosotros, nosotros debemos ir hacia ellos". Raskin lo explica de esta forma: "Muchos niños no se movilizan hasta una escuela o institución porque tienen que trabajar y porque les cuesta ser constantes con un proyecto. Por eso, desde el principio se pensó en 'salir a la calle', adaptarse a la cultura callejera. Nuestros educadores van a los semáforos y juegan con los chicos, se meten bajo los puentes y enseñan a leer. De eso se trata Mobile School". Cuando habla de los métodos de enseñanza, Raskin esboza conceptos como "terapia lúdica" y "pedagogía positiva". ¿En qué consisten? "Son parte del aprendizaje que pretendemos dejarles a los chicos: por un lado, ellos aprenden jugando, disfrazándose, dibujando. Y mientras eso pasa, comienzan a decir 'yo también puedo'. Y cuando se dan cuenta de que saben y que pueden, su autoestima comienza a crecer". La clave del éxito consiste en hablar a los chicos en su mismo lenguaje: "no se puede ir a un chico que está en constante contacto con las drogas y la prostitución y decirle que drogarse o prostituirse es malo. Los chicos llegaron a eso por la exclusión social, no por elección. La prevención tradicional no les sirve. Nos parece importante lograr que se quieran. Si su autoestima sube, ellos mismos se ocuparán de rechazar las cosas que les hacen mal." Con una óptica desprejuiciada y libre, Toña, una voluntaria de Mobile School que trabajó en la escuela de Santa Cruz, Bolivia, cuenta sus experiencias en su diario de viaje: "he visto grupos de chicos en situación de riesgo, niños trabajadores, malabaristas y también a chicos que viven y duermen en la calle; he visto a 'cleferos' (niños que aspiran pegamento), a los que la sociedad apunta y les teme y que deciden respirar su clefa para volar, para resistir el dolor de la indiferencia, para hacer más blanditas las aceras o el suelo de los túneles. Ellos tienen ganas, pero salir de la calle no es nada fácil." Sigue Arnoud: "El 90% de los chicos que viven en hogares de tránsito vuelve a la calle después de un tiempo, porque se han acostumbrado a esa libertad que ofrece el medio. Los pocos niños que se quedan en los refugios y se esfuerzan por superar su condición de vida, lo hacen porque toman conscientemente esa decisión y eligen superarse. Nuestro objetivo es ése: que los chicos quieran mejorar su condición." En Bélgica, más de 100 voluntarios trabajan en la recaudación de fondos, el diseño del material educativo y la comunicación de este proyecto. "Mobile School no se financia con fondos públicos, porque creemos que eso nos limitaría. Por eso hacemos esfuerzos enormes por sostenernos de manera independiente". Hoy por hoy, la fundación financia proyectos en Perú, Bolivia, Chile, Venezuela, Colombia, República Dominicana, Rumania, Polonia, Camboya, Filipinas, Kenia y Congo. ¿Y la Argentina? "Ya recibimos el pedido de una organización de Salta y llegó también un contacto desde Buenos Aires. Posiblemente empecemos a trabajar con ellos en un tiempo". Habrá que cruzar los dedos.