domingo, octubre 04, 2020
Adiós Querido Doctor
De repente, un domingo se hace velorio de una ciudad, de un país, de un deporte. La noticia sucede y se hace un golpe en la cabeza de los que lo quieren, de los que lo abrazaron, de los tantos y tantos que lo vieron jugar por los rincones del mundo: Sócrates -el Doctor, el crack que defendía como pocos el carácter lúdico del fútbol y el militante de las causas de los postergados- dejó de existir bajo el cielo de ese país al que representó y adoró, Brasil. El homenaje sucedió en simultáneo con la despedida: en cada estadio donde el Brasileirao se estaba disputando hubo un minuto de silencio y aplausos reverenciales; en Ribeirao Preto -a 280 kilómetros de San Pablo- los más cercanos y muchos admiradores lloraban su adiós y recordaron a sus modos su recorrido épico y su compromiso más allá del verde césped. En Florencia, esa ciudad que también lo tuvo como orgullo y como elegante mediocampista, sucedió lo mismo. También allí, en el estadio Artemio Franchi, una bandera de la Curva Fiesole sostenía: "Il Dottore vola in cielo a fare un tacco da Dio" (El Doctor vuela al cielo para hacerle un taco a Dios").
En el cementerio Bom Pastor, había caras de todos los orígenes: amigos del futbolista destacado, chicos de favela, compañeros universitarios de su carrera de médico, vecinos respetuosos, fanáticos en silencio inevitable, familiares cercanos y no tanto. "Todo el mundo sabe la importancia de Sócrates para el fútbol y para el país", dijo Raí -su hermano, figura del San Pablo en días felices- y recordó la condición de luchador inquebrantable contra la dictadura sucedida en Brasil. Habló de aquellos tiempos de militancia de un Sócrates que se animaba a protestar y a decir en los días bravos en los que el poder del gobierno de facto dictaba normas y obligaba a silencios. Cerca de Raí estaba Walter Casagrande, ex delantero del Corinthians y del seleccionado canarinho, actual comentarista de la TV Globo. Lucía roto. Dijo cuatro palabras entre sollozos: "Se fue mi superhéroe". Ese mediocampista que parecía capaz de todo generaba ese tipo de adhesiones y de sensaciones.
Lo escribió Ronaldo, otro crack de la misma tierra, en su cuenta de Twitter, apenas enterado de la noticia: "O dia começou triste. Descanse em paz Dr. Sócrates..." ("El dìa comenzó triste. Descanse en paz, Dr. Sócrates..."). El resto del dolor lo dijo callando. La presidenta Dilma Roussef le puso palabras al lamento de todos: "Brasil ha perdido a uno de sus hijos más queridos: el doctor Sócrates". En su comunicado oficial destacó la "genialidad en el campo de juego y el compromiso político y su preocupación con el pueblo de nuestro país". Lula da Silva -el inmenso líder latinoamericano, el hincha del Corinthians- expresó sobre el hombre que se fue de este mundo después de 57 años: "Se va un ejemplo de ciudadanía, inteligencia y conciencia política. Se va también un amigo". Y agregó: "Su contribución al Corinthians, al fútbol y a la sociedad brasileña jamás será olvidada. Por todo eso, Gracias Doctor".
El estadio Pacaembú, el último domingo, vivió una jornada atravesada por todas las sensaciones: el vacío, el llanto, la gratitud, el festejo contradictorio, el clásico, el respeto, el dolor, la fiesta inevitablemente dosificada. Corinthians necesitaba -y consiguió- apenas un empate en el clásico frente a Palmeiras para consagrarse en el Brasileirao por primera vez desde 2005, en aquellos tiempos de Carlitos Tevez ídolo del Timao. En las tribunas, el adiós a Sócrates había modificado el escenario de la inminencia de otra vuelta olímpica. Las banderas contaban de qué se trataba la jornada: "Obrigado Doutor" ("Gracias Doctor") decían por cada costado del estadio. El crack que tanto habían querido y que tan grande los había hecho ya no estaba. Hubo silencio y aplauso unánime para evocarlo.
Escribió Diana Renée, de la agencia DPA, en una necrológica que tituló con unas pocas palabras que cuentan a Sócrates ("Un intelectual y artista del fútbol"): "Fue durante dos décadas uno de los símbolos de una de las eras doradas de la selección brasileña, cuyo estilo alegre y ofensivo encantó el planeta, especialmente en el Mundial de España 1982. El fracaso en el intento de la 'verdeamarela' de conquistar el título en España -que se repitió en México 1986- no borró el encantamiento dejado por el equipo dirigido por Telé Santana y comandado por estrellas como Zico, Paulo Roberto Falcao y por el mismo Sócrates, que está hasta hoy considerado como uno de los mejores que ha formado Brasil en su historia". Tales Azzoni, en Terra, escribió en la despedida: "Dentro y fuera de la cancha, el ex astro brasileño de fútbol Sócrates se destacó sobre el resto. Su elegante estilo de juego y su profunda participación política le hicieron una figura única en el fútbol de Brasil, en su tiempo de jugador e incluso en la actualidad. Dejó su huella como capitán de la selección de Brasil en la Copa del Mundo de 1982, considerada por muchos como el mejor equipo que no haya ganado el certamen. Era sabida su afición a la bebida, que él reconoció públicamente y que le causó los problemas de salud que eventualmente llevaron a su fallecimiento".
Antonio Falcao brindó la armonía de sus palabras para contarlo: "Fue la antítesis del buen atleta: estaba en contra de los entrenamientos individuales o colectivos y de la abstinencia -sobre todo del sexo, alcohol, tabaco, juerga nocturna y guitarra (que tocaba). Hasta su nombre se escapaba de lo convencional: Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. Estudió medicina mientras jugaba, se expuso en la política y vio el binomio directivo-jugador desde la óptica de las relaciones laborales. Se entregó a la ciudadanía con ahínco, siendo intransigentemente solidario con los compañeros de profesión. Para emplear el término típico de la inútil y necia dictadura militar brasileña, Sócrates era subversivo. Aunque, desde el punto de vista estrictamente democrático, un cordial y saludable subversivo, de gran utilidad a la humanidad".
Siempre estuvo orgulloso de su mirada del mundo, de sus mensajes, esos que en tiempos de futbolista se animaba a ofrecerlos desde una vincha que se convirtió en su marca registrada. En los 80, por ejemplo, este admirador del Che Guevara fue partícipe e ideólogo de una búsqueda que asombró a su país y a su deporte: el Movimiento Democrático Corinthians, que hizo que el club paulista llevara a cabo elecciones democráticas internas. Un símbolo inequívoco del rechazo a la dictadura, que ya comenzaba a retirarse tras dos décadas en el poder. Se manifestaba de izquierda. Y de su admiración por Fidel Castro surgió el nombre de uno de sus hijos. Sobre eso, Sócrates contó alguna vez, en una entrevista para la BBC, la siguiente anécdota: "Cuando le puse a uno de mis hijos Fidel, mi madre me dijo: 'Es un nombre un poco fuerte para un niño'. Y le respondí: 'Madre, mira lo que me hiciste a mí'". Cuentan que también se podría haber llamado John, por Lennon, otro de sus personajes más apreciados.
Sus compañeros lo elegían como líder, naturalmente. Los rivales se paseaban cerca de él entre el respeto y la admiración. El diario El País, de España, consultó a varios de los que lo tuvieron enfrente. Contó Andoni Zubizarreta, arquero de España, quien lo enfrentó en el Mundial de México 1986: "Le recuerdo escuchando los himnos antes del partido con aquella cinta en el pelo que recordaba a los más desfavorecidos. Era en el estadio Jalisco justo antes de mi primer partido en un Mundial y para mí era el recuerdo del mágico Brasil que cayó contra Italia en España 82. Era el fútbol poderoso y elegante de un jugador que reunía la potencia del fútbol alemán y la sutileza del mejor brasileño. Siento que se nos ha ido un romántico del fútbol... un grande del balompié". Dino Zoff, arquero campeón del mundo con Italia a los 40 años, recalcó: "A mí me marcó un gol en el Mundial del 82... por el que recibí criticas. Sócrates era el clásico jugador que cuando chutaba metía el balón donde nunca te lo esperabas. Era una persona de bien y un jugador inteligente y con gran clase".
Su esposa Katia Bagnarelli no estuvo en el velatorio en Bom Pastor. Estaba empezando a cumplir el deseo del hombre al que acompañó hasta el último de sus minutos: Sócrates pidió que en su despedida hubiera una fiesta. Según señala el diario Folha de Sao Paulo habrá una celebración a pedido del crack que desde ahora será mito y añoranza. Allí estarán, entre muchos de sus amigos más íntimos, los músicos Raimundo Fagner y Zeca Baleiro. El primero cantará una de sus canciones más conocidas, Sorriso novo (Sonrisa nueva): "Não se pode prender uma asa de luz / Que brilha junto a toda segredo que há / E sempre viverá / Mesmo em quem não entenda / Que aquilo que viveu não se retocará" ("No se puede encender un haz de luz / Que brilla sobre todos los secretos que hay / Y que siempre vivirá / Incluso en aquellos que no entienden / que lo que se vivió no se modificará"). Esa letra nació en 1982, en aquel tiempo en el que todos querían jugar como Sócrates. Y ahora sonará de nuevo. Para siempre.
Más:
Otros detalles, en Planeta Redondo, de Clarín.