El seleccionado peruano que asombró a todos en los Juegos Olímpicos de 1936, en Berlín, ante la mirada del Führer.
Eduardo Galeano -escritor uruguayo, mago de las palabras- se asombró al enterarse de aquella historia. Eran días en los que estaba escribiendo su estupendo libro "Espejos, una historia casi universal". No lo dudó: ese episodio debía ser incluido allí, entre esos textos en los que hablan los que no tienen voz, en los que los callados gritan su verdad mentida por la versión oficial.
Lo retrató así en una entrevista concedida en Uruguay, mientras La Celeste conmovía en el Mundial de Sudáfrica y en su casa de Montevideo un cartelito colgado en la puerta decía "cerrado por fútbol": “Hitler estaba frente al palco, en el sitial de privilegio del estadio en el partido entre Perú y Austria. Perú ganó 4-2 a pesar de que el árbitro, para quitarle disgustos al Führer, anuló tres goles peruanos. Los dirigentes de la época, la FIFA y el Comité Olímpico, se reunieron esa misma noche y anularon el partido. La delegación peruana, ejemplo de dignidad, se retiró de la competencia”. Entonces, también recordó que a aquel equipo sin olvido le decían "El Rodillo Negro", por su condición arrolladora y por el color de la piel de varios de sus integrantes.
El recuerdo de aquel partido en la voz y en las palabras del escritor uruguayo generó un entusiasmo enorme en Perú. Y también cierta polémica. Sucede que en el año 2000, una investigación llevada a cabo por el periodista Luis Carlos Arias Schreiber para la revista Don Balón Perú, señala que el partido fue anulado por la invasión de aficionados peruanos al campo de juego, que estos agredieron a jugadores austríacos y que, para colmo, los dirigentes peruanos llegaron tarde a la reunión a la cual fueron citados para ofrecer su descargo. En definitiva, lo mismo que la FIFA y el Comité Olímpico habían señalado en su momento, allá por 1936, cuando Hitler soñaba un imperio ario y esas dos entidades le dieron la posibilidad de organizar los Juegos Olímpicos. También en 2008, con la misma versión, se publicó el libro "Ese gol existe", editado por Aldo Panfichi y con el sello del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Aquel capítulo deportivo que habita en la memoria popular del Perú se disputó en el estadio Hertha, de Berlín, el 8 de agosto de 1936. Los sudamericanos se ganaron un lugar en las semifinales al imponerse por 4-2, luego de un arduo recorrido y tras remontar un 0-2 al cabo del primer tiempo. Pero hubo un reclamo austríaco. Decían ellos que habían sido agredidos por hinchas peruanos que habían invadido el terreno de juego. El detalle, más allá de versión oficial de la FIFA, parece curioso dentro de aquel contexto: en los días de Hitler (nacido en Braunau Am Inn, en tiempos del Imperio Austrohúngaro) aquella osadía de los simpatizantes peruanos se parecía demasiado a un imposible.
Sucede algo contradictorio en la versión oficial de la historia: la denuncia austríaca señala que las agresiones se produjeron entre el final del tiempo reglamentario y el inicio del suplementario. Sin embargo, sus futbolistas participaron del alargue sin quejas. Y en ese lapso llegaron los dos goles de la victoria sudamericana. Pregunta inevitable: ¿por qué no hubo protestas en el momento de las presuntas agresiones?
La FIFA les dio lugar a las broncas austríacas. Se concertó una reunión para las 9 de la mañana del día siguiente. Y según el documento oficial, los dirigentes peruanos llegaron recién a las 11, cuando la sesión ya se había levantado. Sin escuchar la versión de los peruanos, se decretó la repetición del encuentro para el lunes 10 de agosto. Para evitar ese atropello, Perú se retiró de la competición, a pedido de su Gobierno militar, a cargo del general Oscar Benavides. Y Austria accedió a las semifinales, a pesar de la humillación que habían sufrido en el campo de juego. Ya en esa instancia, el país de Hitler venció 3-1 a Polonia. En la final por el oro, Italia le ganó 2-1 en tiempo suplementario y se consagró. Benito Mussolini -líder de Italia- y Hitler, de algún modo, se colgaron las dos medallas más valiosas.
Los años treinta fueron de gloria para el fútbol peruano. Paricipó del Primer Mundial, disputado en Uruguay en 1930; ganó una de sus dos Copas América (en 1939, como local en Lima) y los Juegos Bolivarianos de 1938. Pero aquel partido ante Austria resultó un hito, "la historia de una dignidad", al decir de Galeano. Era la época de "El Rodillo Negro", bautizado como tal en 1935 tras una gira de Alianza Lima por Chile. Inicialmente, era el apodo de la delantera conformada por José María Lavalle, Adelfo Magallanes, Lolo Fernández, Alejandro Villanueva y José Cholo Morales. De ellos, Lavalle, Magallanes y Villanueva eran negros. Los dos últimos estuvieron bajo el cielo de Berlín ante Austria, en nombre de otra epopeya. Entonces, en días de la propaganda nazi, nada podía molestar más que el éxito de ellos en unos Juegos Olímpicos organizados para demostrar la pretendida superioridad aria.
Texto de Planeta Redondo publicado en Clarín.