sábado, enero 06, 2018
El wing que Auschwitz mató
El ministro del Interior de Alemania, Otto Schily, tenía la cara seria. La circunstancia obligaba: Alemania, a un año del Mundial de 2006, ofrecía al mundo una confesión histórica a través del libro "El fútbol bajo la esvástica", una investigación a cargo del historiador Nils Havemann. El trabajo -consecuencia de la consulta de muchísimos documentos de unos cincuenta archivos de diversos países del mundo- ponía algunas verdades al desnudo de los tiempos oscuros de Adolf Hitler en el poder. En el recorrido de la obra se demostró -por ejemplo- que el Bayern Munich permaneció alejado del nazismo a partir de que su entonces presidente, Kurt Landauer, tuviera que exiliarse en Suiza por su condición de judío. También se comprobó que el mítico entrenador del seleccionado alemán campeón de la Copa del Mundo de 1954, Sepp Herberger, había tenido vínculos con Hitler y con el partido nacionalsocialista.
Lo dijo Schily en esa ocasión: "No existe en la historia alemana ninguna violación más vergonzosa de las reglas del deporte y de la humanidad como la sucedida en ese período". En esa presentación, surgió un nombre y con él, recuerdos de los días más crueles: Julius Hirsch, el wing que Auschwitz mató.
Hirsch fue un crack de su tiempo, cuando el fútbol alemán comenzaba a asomar. Lo retrata el periodista Francisco Ortí, de El Enganche: "El filósofo alemán Theodor Adorno apuntó que 'escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie'. Julius Hirsch la escribió antes de Auschwitz y lo hizo con sus habilidosos pies. Nacido en Achern en 1892, a los diez años ya se decantó por el fútbol, pasando a formar parte de la cantera del club que amaba, el Karlsruher FV, un equipo que por aquella época luchaba por la hegemonía del sur de Alemania. Flacucho y débil, pero con una velocidad endiablada y una técnica exquisita, Hirsch no tardó en llamar la atención del primer equipo. A los 17 años, el entrenador William Townley le alineó como titular contra el Freiburg para cubrir la baja del extremo izquierdo titular. Hirsch le enamoró".
Fue parte de un Karlsruher que resultó uno de los equipos dominantes de los primeros años del Siglo XX. Los que lo vieron y los que contaron luego su leyenda señalaban que se trataba de un wing que parecía capaz de todo. Aquellos días los describió el blog "Historias de una pasión": "Los éxitos del Karlsruher no pasaron desapercibidos para la selección nacional que convocó a su famoso tridente formado por Hirsch, Fochs y Fürderer. Conocidos como 'El Trío Tormenta', eran considerados piezas fundamentales de la Mannschaft de 1911 a 1913. Uno de los partidos más recordados fue en Zwolle (Holanda), contra la selección local, que finalizó con empate a cinco. Se dice que fue el mejor encuentro anterior a la Primera Guerra Mundial".
Tenía todo para destacarse dentro de los campos de juego. Pero debió afrontar el primer horror de su vida: la guerra. Durante cuatro años sirvió a su país como soldado. También se destacó en los campos de batalla y por eso recibió diversas condecoraciones. Quiso volver al fútbol, quiso seguir asombrando ahí cerquita de la raya, con su astucia. Pero ya no era el mismo. Lógica pura: el conflicto bélico le había quitado magia y esplendor. Insistió, de todos modos. No sólo era hábil; también era tozudo.
Los tiempos del régimen fueron un dolor para él. Y también el trauma de una persecución. Juller -como le decían en confianza- contó su indignación, su inquietud y sus temores en una carta a la conducción del Karlsruher: "He leído en el Sportbericht de Stuttgart que los judíos deben ser despedidos de los clubes, entre ellos del KFV. El amor que le tenía a este equipo al que he pertenecido desde 1902 ha desaparecido radicalmente. Quería que quedara claro el daño que nos está haciendo la nación alemana a un conjunto de personas decentes que hemos demostrado nuestro cariño a este país, incluso dando nuestra sangre por él".
No pudo escapar de las garras del III Reich. Lo cuenta el sitio La Redó, en una suerte de homenaje a Hirsch: "La situación en Alemania se complicó para Hirsch y su familia. Intentaba exiliarse sin fortuna y en 1943 la Gestapo lo encontró y lo envió a Auschwitz. Allí, nadie supo más de él; pero luego apareció en uno de los listados con los miles y miles de asesinados de ese campo. Aquel muchachito esmirriado, lleno de talento, judío y alemán, había dejado todo por la selección de su país". A su muerte le pusieron día específico y oficial: 8 de mayo de 1945.
En 2005, la Federación Alemana de Fútbol fundó el Premio Julius Hirsch. El galardón -homologado por la FIFA- pretende animar a las asociaciones miembros y a los clubes (jugadores, entrenadores, dirigentes, hinchas) a luchar contra la discriminación y la marginación en los campos de juego, en los estadios y, por añadidura, en la sociedad. La primera edición fue para el Bayern Munich -el club más exitoso de la Bundesliga- a consecuencia de la organización del Partido de la Paz entre su equipo Sub 17 y un combinado compuesto por jóvenes israelíes y palestinos.
Al año siguiente hubo dos premiados: el Proyecto Dortmund -impulsado por los hinchas del Borussia- y el emprendimiento "El balón rueda igual para todos". En ambos casos se destacó el respeto por la diversidad. Más tarde, el reconocimiento fue para Thomas Hitzlsperger, mediocampista del Wolfsburgo. El futbolista dijo entonces: "Es un orgullo más grande que cualquier otro en mi carrera". Por ahí andaba, en las palabras de Hitzlsperger, la memoria de Hirsch.
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