miércoles, diciembre 01, 2010
La isla de una memoria
Dennis Brutus lo escribió acá, en una de estas celdas que ahora son memoria. "Vendrá un tiempo./ Vendrá un tiempo, esto creemos,/ cuando la forma del planeta / y las divisiones de la tierra / serán de menos importancia. /Estaremos capturados en la luz de la amistad./ Una estrella roja de esperanza / iluminará nuestras vidas./ Una estrella de esperanza./ Una estrella de gran alegría./ Una estrella de libertad". El era poeta, pero sobre todas las cosas era un soñador de las causas justas. Su piel blanca y su barba blanca no condicionaban su búsqueda: él quería un mundo de todos los colores. Entró a Robben Island, esa cárcel que ahora resulta un museo de la vergüenza de otros días, con la única cara posible: la de un dolor, la de una militancia.
Allí, en ese mismo espacio de cautiverio convivieron muchos de los héroes de una idea que luego se hizo país y ahora se transformó en Mundial. La isla fue utilizada como colonia de leprosos entre 1836 y 1931. Pero su condición de máximo emblema de la represión aconteció en tiempos del apartheid. Entre esos prisioneros de aquellos días se enumeran Nelson Mandela, Walter Sisulu, Govan Mbeki, Robert Sobukwe y Kgalema Motlanthe. Los mismos nombres que permitieron que ahora la bandera de Sudáfrica sea más colorida que cualquier otra.
En la actualidad, la isla es una memoria activa. Con la prisión clausurada, la UNESCO la declaró Patrimonio Histórico de la Humanidad. Y ahora, desde el coqueto Puerto de Ciudad del Cabo, se ofrecen diversas excursiones para visitarla. También hay souvenirs que se venden en varios rincones del país. En el Waterfront, una chica de ojos claros que nació en Sudamérica y luce más que guapa tiene una remera ajustada que lo cuenta: "46663 / I'm Madiba's neighbour" (soy vecino de Mandela). El líder histórico de este país que no para de seguir naciendo, Nelson Mandela, ocupaba la icónica celda 46664, con idéntico número de preso. Por eso, también el merchandising al respecto. Su imagen y esa identificación con la vecindad, ese precioso sentido de pertenencia. Certezas de que algo nuevo está sucediendo.
Alguna vez el líder de U2, Bono, retrató la dimensión de esa celda y del personaje que la habitó: "No es sólo un símbolo para Sudáfrica, no sólo para África; es un símbolo para quienes aman la libertad. Le dicen Madiba; se llama Mandela". La mayoría de los que ahora están en la excursión rumbo a Robben Island en este ferry impecable lo saben: sin él, la Sudáfrica de todos los matices no existiría.
La isla, según cuentan los guías que la frecuentan, también guarda secretos en las aguas que la rodean. Ocasionalmente se han encontrado durante varios siglos monedas de oro en sus costas. Se debe, dicen, a que a fines del siglo XVII un barco cargado de monedas de oro destinado al pago de salarios en Indonesia naufragó en estas costas y perdió su carga. El tesoro, otro misterio de este territorio indescifrable, permanece aún bajo este océano de bellezas.
Pero más allá de ese oro incomprobable por ahora, habita en Robben Island otra certeza mucho más grande que un tesoro enorme: quienes aquí estuvieron presos, creyeron, soñaron, lucharon, vivieron. Como escribió algún ciudadano de a pie, con los retazos de un inglés aprendido a los tropiezos, en una de las calles menos favorecidas de Ciudad del Cabo: "Para ser vistas, algunas cosas primero deben ser creídas". Eso hicieron Mandela y los suyos. Por eso ahora este país tiene tantos colores posibles. Por eso ahora, acá, un Mundial está en marcha. Y los gritos de aquellos presos son una memoria que late.
Texto publicado por el autor del Blog, en Clarin.com, en ocasión de la cobertura del Mundial Sudáfrica 2010.
Cine:
El trailer de Invictus, una película sobre Nelson Mandela.
Más:
Algunas películas y series sobre Mandela, en IMDB.