La Batalla de Argel (La Battaglia di Algeri - The Battle of Algiers) es una película italo-argelina de 1966 que trata de la guerra de Independencia de Argelia. Fue dirigida por Gillo Pontecorvo, que también participó en el guion y en la música (en este último aspecto, aconsejado por el maestro Ennio Morricone). Los personajes principales fueron representados por Brahim Hadjadj, Jean Martin y Yacef Saadi. La película fue galardonada con importantes premios cinematográficos internacionales.
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Smail y Malika, los padres de Zinedine Zidane, lo podrían contar en detalle. Karim Benzema lo relataría con gusto. El documental Les Bleus lo sugiere de modo impecable. Fútbol de Argelia. Fútbol oculto. También un fútbol que cuenta una historia. De reivindicaciones, de búsquedas, de legitimación.
La guerra por la independencia de Argelia estaba en su momento de esplendor en 1958, cuando un grupo de futbolistas cracks de ese país se marcharon de Francia. El Frente de Liberación Nacional los utilizó para armar un equipo que jugara sin el reconocimiento de la FIFA en algunos países y diseminara el mensaje proindependentista.
Aquel equipo que marcó un antes y un después en la historia del fútbol y de esa nación hizo magia. Viajó por el mundo dando cátedra de fútbol. La FIFA no quería que jugaran. Jugaban igual. Futbolistas de élite en contra de la élite.
Fueron por Europa, por el norte de Africa, China, Vietnam. Era un mensaje más político que deportivo. Pero jugaban como lo que eran: cracks. El mensaje era que Argelia quería ser independiente. No más colonia de Francia. No más la bota imperial.
Corresponde el contexto: la guerra de Independencia de Argelia se desarrolló entre 1954 y 1962 y fue un periodo de lucha del Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), contra la colonización francesa establecida en el país desde 1830. El seleccionado de argelinos, encabezado por el inmenso Rachid Mekhloufi, representante de la revolución, crack del fútbol francés, fue emblema y cara visible de aquellos días de liberación.
En 1958, la Francia de Kopa -Balón de Oro ese año- y los 13 goles de Fontaine -récord de las Copas del Mundo- hizo historia en el Mundial de Suecia. El entrenador Albert Batteaux, contaba con Rachid Mekhloufi (figura del Saint-Étienne), Mustapha Zitouni (Monaco) y Said Brahimi (Toulouse), tres jugadores nacidos en Argelia. Orgullosos de eso, claro.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la voluntad de independencia recorrió Argelia, aún colonia francesa. Después de la represión en Setic y Guelma en 1945, el Frente de Liberación Nacional decidió endurecer sus acciones.
El 1 de noviembre de 1954 ejecutó unos treinta atentados encadenados (lo que se conoció como el Toussaint rojo), contra intereses y ciudadanos occidentales y musulmanes identificados con la colonia. Era el principio de la Guerra de Argelia.
Poco antes, los dirigentes del FLN descubrieron un arma añadida de gran poder: el fútbol. El 9 de septiembre, la tierra tembló durante 12 segundos en Orleansville. Hubo 1.400 muertos, miles de heridos y una ciudad arrasada. Se le cambió el nombre: tras ser reconstruida, se la llamó El-Asnam.
Luego, en París se organizó un partido a beneficio para ayudar a las víctimas. Jugaron entre la selección francesa y un equipo random con jugadores del Magreb (marroquíes, argelinos y tunecinos). Cuenta el diario Marca: "Larbi Ben Barek (que ese año había cambiado el Atlético de Madrid por el Marsella) dirigió un triunfo en el Parque de los Príncipes que dejó estupefactos a los franceses, enloqueció a los norteafricanos y alertó al FLN".
En abril de 1958, Francia se asomaba a un Mundial al que abordaba con la percepción de que lo podía ganar (al final fue tercera). Reconstruye el periodista Miguel Angel Lara: "El día 12, una de las referencias de la selección del gallo, Rachid Mekhloufi, se entrenaba con el Saint-Etienne, que se jugaba plaza europea ante el Beziers. Después de ducharse se encontró cara a cara con Mokhtar Arribi (Lens) y Abdelhamid Kermali (Lyon). Su sorpresa al verlos fue mayor al oír su saludo:
-Mañana nos vamos.
-¿Adónde?, preguntó el jugador estrella de Les Verts.
La respuesta de sus colegas fue rotunda:
-A Argelia, a unirnos al combate de nuestros hermanos.
Mekhloufi no lo dudó. Nacido en Setif, la masacre de su ciudad y la de Guelma (más de 10.000 muertos en mayo de 1945) le habían dejado una profunda huella. «Me llamaba mi país, no podía negarme», explicó años después". El fútbol se convertía en revolución.
La guerra terminó en 1962. En cuatro años, el equipo del FLN disputó 91 partidos de exhibición, ninguno en suelo argelino. El recorrido incluyó 65 victorias, 13 empates, 13 derrotas, 385 goles a favor y 127 en contra. Dejaron una huella. Otra huella.
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No caben dudas: a ese equipo le faltó su arquero perfecto. Albert Camus, quien falleció en 1960, dos años después de la formación de ese equipo mágico y dos años antes de la independencia reconocida.
Hubo un día en el que Charles Poncet, amigo íntimo de Camus, tuvo una osadía de las grandes: le preguntó a quien ya tenía el Premio Nobel de literatura entre sus antecedentes qué habría elegido si la salud se lo hubiera permitido: el fútbol o el teatro. Entonces, el brillante escritor nacido en Argelia en tiempos de la ocupación francesa le respondió con la naturalidad de su certeza: "El fútbol, sin dudas".
Camus lo contó alguna vez: "No hay lugar en el mundo en que un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de fútbol". Y agregó otra frase a su recorrido de elogios a ese deporte que abrazó tanto como a las palabras bien escritas: "Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol". Lo dijo cuando la Copa del Mundo estaba interrumpida por la Segunda Guerra y por sus consecuencias y él ya había escrito dos de sus libros fundamentales: El extranjero (1942) y La peste (1947).
Diario Le Combat, sobre la muerte de Albert Camus.
Su madre, Catalina Elena Sintes, era analfabeta y sorda. Su padre, Lucien Camus, trabajaba en una finca vitivinícola para un comerciante de vinos de Argel. Le pagaban menos que muy poco. Eran días difíciles para los Camus. La Argelia que el pequeño Albert tanto quería era un territorio de postergaciones. El fútbol, entonces, ocupaba ese lugar de pequeño paraíso posible.
No parece ilógico imaginar que ese Camus inspiró a aquel equipo de argelinos rebeldes.
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Tampoco sería raro interpretar que en aquella campaña fundacional del Mundial de 1982, en España, que incluyó la histórica victoria 2-1 ante Alemania Federal, mucho tuvieron que ver aquellos antecedentes.
El Molinón lucía como en las mejores citas. Como cuando el Sporting de Gijón era protagonista central del fútbol español a fines de los años setenta. O como muestra la película Volver a empezar, de José Luis Garci, ganadora del Oscar a mejor película extranjera por esos días. Unas 40.000 personas habían ido aquel 25 de junio de 1982 a presenciar una fiesta de fútbol. Eran casi todos españoles ávidos de Mundial. Pero también había austríacos y alemanes para ver a sus seleccionados en el cierre del grupo 2. Y hasta argelinos expectantes, porque de ese desenlace dependía su histórica chance de superar la primera fase.
Pero la pretendida fiesta del suspenso se transformó en lo más parecido a una vergüenza. Casi el único resultado que clasificaba a los dos europeos sucedió: Alemania se impuso 1-0. Y esa gente -casi toda esa gente- expresó durante y después del partido su fastidio y su decepción. "Tongo / tongo", gritó la mayoría. "Que se beseeeen / que se beseeeen", ironizó otro de los cantitos. El partido también ofreció un tributo al ausente damnificado. El Molinón terminó cantando: "Ar-gelia / Ar-gelia / Ar-gelia".
Sí, por Argelia. Por los herederos de aquella revolución y de aquella Independencia. Nada menos.