Lo saben aquellos que una fría mañana de 1993, en la cancha 4 de la Ciudad Universitaria, le dieron comienzo oficial al deseo de compartir un equipo de fútbol entre amigos, con aquella derrota 2-0 ante el desaparecido Don Bosco. Como el capitán Panchito Alloco, Nito Zorzoli y Santiago Grazioli, héroes de los tiempos fundacionales. Como Rodrigo Cánovas, ese goleador que es leyenda en la UBA con sus más de 250 gritos. Como aquellos ya míticos integrantes de emergencia: TatínKejval, Viru Bernarda y Matu Labat, dueño de un curioso récord (un partido, dos goles y retiro precoz del fútbol). Como tantos otros egresados del San Román, ese colegio de Belgrano que fue el escenario del nacimiento.
Este equipo que merodeó por todos las categorías nunca fue campeón. Su mayor orgullo es el Título de Honor por su participación en el Master, un torneo relámpago al que se clasifican los tres mejores de cada división. Pero nunca nadie pensó en abandonar el Misura, más allá de la ausencia de vueltas olímpicas o de los varios descensos. Ni siquiera aquellos que perdieron espacio entre los titulares o entre los convocados. Sucede que el espíritu amateur no se rige por la lógica de los resultados. Cada uno sabe, en definitiva, que Misura es, fue y será una excusa para seguir siendo amigos. Apenas eso. Todo eso.
Texto publicado en Clarín, en 2007.
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